Cambios demográficos

Cambios demográficos

Se espera que la población mundial aumente en dos mil millones de personas, de los 7.700 millones actuales a 9.700 millones en 2050, antes de alcanzar un máximo de casi 11.000 millones a finales de siglo, a medida que siga disminuyendo la tasa de fecundidad. Durante este período, se prevé que la población mundial será cada vez más urbana y que la población de 65 años o más superará en número a la de menores de 5 años.

Se prevé que, de aquí a 2050, la mitad del crecimiento de la población mundial se originará en solo 9 paísesa saber: la India, Nigeria, el Pakistán, la República Democrática del Congo, Etiopía, Tanzanía, Indonesia, Egipto y los Estados Unidos de América (en orden decreciente). Es probable que la población de África Subsahariana se duplique, mientras que la población de Europa podría disminuir.

Entretanto, hay movimientos de población. Si bien el porcentaje de migrantes internacionales se ha mantenido en torno al 3 % del total de la población mundial durante los últimos veinte años, desde 2000 la cifra ha aumentado en más de la mitad. Al mismo tiempo, el número de personas que se han visto obligadas a huir de sus hogares ha aumentado considerablemente debido a los conflictos prolongados y podría seguir aumentando debido al cambio climático y la degradación ambiental. La gran mayoría de los flujos de migrantes y refugiados se dirigen hacia los países del Sur Global.

Crecimiento de la población joven

En algunas regiones del mundo, los jóvenes (entre los 15 y los 24 años) constituyen un importante segmento de la población que aumenta rápidamente. En África Subsahariana, donde se prevé que la población total se duplicará para 2050, la cantidad de personas en edad de trabajar(entre los 25 y los 64 años) está creciendo a un ritmo más rápido que el de cualquier otro grupo etario. La mayoría de los países de Asia y de América Latina y el Caribe ya han experimentado un crecimiento similar de la población joven seguido de un crecimiento de la población en edad de trabajar.

Mientras dure, el crecimiento relativo de la población en edad de trabajar brinda una oportunidad para acelerar el crecimiento económico: el denominado «dividendo demográfico». En este contexto, los esfuerzos por alcanzar los Objetivo de Desarrollo Sostenible – (como erradicar el hambre, garantizar una vida sana, promover la educación y el aprendizaje permanente, crear empleo, mejorar la protección social y reducir la desigualdad) pueden reforzar esas tendencias y ofrecer mayores oportunidades. Al mismo tiempo, el crecimiento de la población joven puede poner las cosas más difíciles a las finanzas públicas que ahora tienen problemas para proporcionar servicios a la juventud, o también a la sociedad, que en los próximos decenios tendrá que ocuparse del envejecimiento de la población.

NOS HACEMOS VIEJOS

Hoy, las personas mayores (65 años o más) constituyen el grupo de edad que crece más rápido en el mundo. Globalmente y por primera vez en 2018, las personas mayores superaron en número a la de los niños menores de 5 años ,y para 2050 el número de personas mayores superará al de adolescentes y jóvenes (entre los 15 y los 24 años). Algunas regiones, como Europa y Asia Oriental, ya se enfrentan a un reto considerable a la hora de apoyar y atender a esas personas. A medida que la esperanza de vida sigue aumentando, puede que el papel de las personas mayores en las sociedades y las economías sea más importante. Debemos adaptar los sistemas de educación, atención sanitaria y protección social para proporcionar una red de protección social a este grupo etario cada vez mayor.

PERSONAS EN MOVIMIENTO

Desde los principios de la humanidad, la migración ha brindado oportunidades al ser humano. En 2019, la cifra de migrantes internacionales (personas que viven fuera de su país de origen) era de unos 272 millones, es decir, casi el 3,5 % de la población mundial; en 2000, era del 2,8 %. Asia acoge al mayor número de migrantes internacionales, pero en los últimos años África ha experimentado el crecimiento más rápido. La mayor parte de las migraciones internacionales siguen produciéndose entre países de la misma región geográfica.

Los movimientos de población se deben a muchas razones, entre otras, el trabajo, la familia y la educación. Sin embargo, cada vez más personas abandonan sus hogares y comunidades huyendo de la violencia, la persecución, las privaciones o los desastres, en particular a causa del cambio climático. En conjunto, estos factores han hecho que en los últimos decenios la cifra de personas desplazadas por la fuerza haya llegado a niveles sin precedentes: más de 70 millones en 2018, entre ellos cerca de 26 millones de refugiados. Desde 2012, casi se ha duplicado la cantidad de refugiados atendidos por la Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR). Casi cuatro de cada cinco refugiados viven en un país que comparte frontera con su país de origen.

Los traficantes de personas han explotado la vulnerabilidad de los migrantes, uno de los factores que motivó a los Gobiernos a adoptar el Pacto Mundial para la Migración Segura, Ordenada y Regular en 2018. No es un documento jurídicamente vinculante, sino un marco para apoyar la cooperación internacional en materia de migración.

EL FUTURO URBANO

Hasta 2009, vivían más personas en el campo que en la ciudad. En la actualidad, alrededor del 55 % de la población mundial vive en pueblos y ciudades, y se prevé que el nivel de urbanización será de casi un 70 % en 2050. Gran parte del crecimiento de la población urbana tendrá lugar en Asia y África, especialmente en China, la India y Nigeria, donde las tasas de fecundidad siguen siendo elevadas.

Al igual que la migración, la urbanización requiere una gestión eficaz por parte de las autoridades nacionales y locales. En la actualidad, las ciudades ocupan menos del 2 % del total de la superficie terrestre del mundo, pero producen el 80 % del producto interno bruto (PIB) mundial y más del 70 % de las emisiones de carbono. La velocidad y la escala de la urbanización plantean problemas para garantizar la disponibilidad de vivienda, infraestructura y transporte adecuados, y contribuyen a los conflictos y la violencia. Casi mil millones de personas están clasificadas como “pobres urbanos” y la mayoría vive en asentamientos urbanos informales.

Al mismo tiempo, es necesario redoblar los esfuerzos para garantizar que no se deje atrás a las personas que viven en las zonas rurales, incluso en lo que se refiere al acceso a la economía y la sociedad digitales. Los pequeños agricultores, los ganaderos y los pueblos indígenas desempeñan un papel vital en la producción de nuestros alimentos y la protección de nuestro capital natural.

La crisis climática – una carrera que podemos ganar

La crisis climática – una carrera que podemos ganar

El cambio climático es la crisis definitoria de nuestro tiempo y está ocurriendo aún más rápido de lo que temíamos; pero estamos lejos de no poder hacer nada ante esta amenaza global. Como indicó el Secretario General António Guterres en septiembre, “estamos perdiendo la carrera de la emergencia climática; no obstante, podemos ganarla”.

Ningún rincón del mundo está a salvo de las devastadoras consecuencias del cambio climático. El aumento de las temperaturas es la causa directa de la degradación ambiental, los desastres naturales, las condiciones meteorológicas extremas, la inseguridad alimentaria e hídrica, la disrupción económica, los conflictos y el terrorismo. Sube el nivel del mar, se derrite el Ártico, mueren los arrecifes de coral, se acidifican los océanos y arden los bosques. Está claro que no podemos seguir así. A medida que el costo infinito del cambio climático alcanza niveles irreversibles, ha llegado el momento de emprender audaces acciones colectivas.

LAS TEMPERATURAS GLOBALES AUMENTAN

Cada año se liberan en la atmósfera miles de millones de toneladas de CO2 como resultado de la producción de carbón, petróleo y gas. La actividad humana está produciendo emisiones de gases de efecto invernadero a niveles récord, sin visos de desaceleración.

Los últimos cuatro años fueron los cuatro más cálidos de la historia. Según un informe de la Organización Meteorológica Mundial (OMM) de septiembre de 2019, estamos al menos un grado centígrado por encima de los niveles preindustriales y cerca de lo que los científicos advierten que sería “un riesgo inaceptable”. El Acuerdo de París de 2015 sobre el cambio climático exige que el calentamiento final se mantenga “muy por debajo” de los dos grados centígrados, y que se prosigan los esfuerzos para limitar aún más el aumento a 1,5 grados. Pero si no reducimos las emisiones globales, las temperaturas podrían aumentar hasta tres grados centígrados para el año 2100, causando más daños irreversibles a nuestros ecosistemas.

Los glaciares y los mantos de hielo de las regiones polares y montañosas ya se están derritiendo más rápidamente que nunca, lo que provoca el aumento del nivel del mar. Casi dos tercios de las ciudades del mundo con una población de más de cinco millones de habitantes se encuentran en zonas donde hay riesgo de aumento del nivel del mar y casi el 40 % de la población mundial vive a menos de 100 km de la costa. Si no se toman medidas, veremos con nuestros propios ojos cómo barrios enteros de Nueva York, Shangái, Abu Dhabi, Osaka, Río de Janeiro y muchas otras ciudades acaban bajo el agua, desplazando a millones de personas.

INSEGURIDAD ALIMENTARIA

El calentamiento global afecta la seguridad alimentaria e hídrica de todos. El cambio climático es una causa directa de la degradación del suelo, que limita la cantidad de carbono que la tierra logra contener. En la actualidad, unos 500 millones de personas viven en zonas afectadas por la erosión, mientras que hasta un 30 % de los alimentos se pierden o se desperdician como resultado de ella. Mientras tanto, el cambio climático limita la disponibilidad y la calidad del agua para el consumo humano y la agricultura.

En muchas regiones, cultivos que prosperaron durante siglos apenas logran sobrevivir, lo que hace que la seguridad alimentaria sea más precaria; en esos casos, los principales afectados suelen ser los pobres y vulnerables. Es probable que el impacto del calentamiento global haga que la producción económica entre los países más ricos y los más pobres del mundo sea aún más dispar.

NUEVOS EXTREMOS

En el planeta siempre ha habido desastres relacionados con el clima y fenómenos meteorológicos extremos, pero se están volviendo más frecuentes e intensos a medida que aumenta la temperatura global. Ningún continente está a salvo, hay olas de calor, sequías, tifones y huracanes que causan destrucción masiva en todo el mundo. El 90 % de los desastres se clasifican como relacionados con el tiempo y el clima, cuestan a la economía mundial 520.000 millones de dólares al año y 26 millones de personas se ven empujadas a la pobreza como resultado de ello.

CATALIZADOR DE CONFLICTOS

El cambio climático supone una importante amenaza para la paz y la seguridad internacionales. Los efectos del cambio climático intensifican la competencia por recursos como la tierra, los alimentos y el agua, exacerbando las tensiones socioeconómicas y, cada vez con mayor frecuencia, provocando desplazamientos masivos. .

El clima es un multiplicador de riesgos que empeora los desafíos ya existentes. Las sequías en África y América Latina alimentan directamente los disturbios políticos y la violencia. El Banco Mundial estima que, si no se toman medidas, más de 140 millones de personas en África Subsahariana, América Latina y Asia Meridional se verán obligadas a emigrar dentro de sus regiones para 2050.

UN CAMINO A SEGUIR

La ciencia nos dice que el cambio climático es irrefutable, pero también nos dice que no es demasiado tarde para detener su avance. Harán falta transformaciones fundamentales en todos los aspectos de la sociedad: el cultivo de los alimentos, el uso de la tierra, el transporte de mercancías y el fomento de nuestras economías.

Si bien la tecnología ha contribuido al cambio climático, las tecnologías nuevas y eficientes pueden ayudarnos a reducir las emisiones netas y a crear un mundo más limpio; ya hay soluciones tecnológicas disponibles para más del 70 % de las emisiones actuales. En muchos lugares, la energía renovable es la fuente de energía más barata y los coches eléctricos están a punto de generalizarse.

Con esas soluciones escalables todos podremos dar el salto a un mundo más limpio y resistente. Si los gobiernos, las empresas, la sociedad civil, los jóvenes y el mundo académico trabajan juntos, podemos crear un futuro verde en el que haya menos sufrimiento, reine la justicia y se restablezca la armonía entre las personas y el planeta.

Desigualdad: cómo subsanar las diferencias

Desigualdad: cómo subsanar las diferencias

Desigualdad: cómo subsanar las diferencias

El mundo ha hecho avances significativos para reducir la pobreza: en los últimos treinta años, más de 1000 millones de personas han salido de la pobreza extrema. Sin embargo, la porción de los ingresos que le corresponde a la mitad más pobre de la humanidad apenas ha cambiado en ese período, pese a que la producción económica mundial se ha triplicado con creces desde 1990. Las desigualdades socavan el progreso económico, lo que a su vez agudiza las diferencias sociales generadas por las desigualdades.

Tanto dentro de los países como entre ellos, siguen observándose desigualdades derivadas de los ingresos, la localización geográfica, el género, la edad, el origen étnico, la discapacidad, la orientación sexual, la clase social y la religión, factores que determinan el acceso, las oportunidades y los resultados. En algunas partes del mundo, estas diferencias son cada vez más acusadas. Entretanto, están surgiendo deficiencias en otros ámbitos, como el acceso a las tecnologías móviles y en línea.

UN PROBLEMA ARRAIGADO

En 1992, el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo publicó un gráfico en el que se presentaba la distribución del ingreso mundial por quintiles, cuya imagen, semejante a una «copa de champán«, se convirtió en un símbolo de las diferencias entre ricos y pobres. Casi 30 años después, la porción de los ingresos que recibe el 20 % más pobre de la población sigue siendo inferior al 2 %, mientras que la porción que recibe el 1 % más rico ha crecido del 18%  en 1990 al 22 % en 2016. El umbral de esta última categoría asciende a alrededor de 32.000 dólares .

Desde la crisis financiera mundial de 2008, el número de multimillonarios se ha multiplicado por más de dos. Según el Credit Suisse, el 82 % de toda la riqueza creada en 2018 fue a parar al 1 % más rico, mientras que la mitad más pobre de la humanidad no recibió nada. El aumento de la desigualdad de los ingresos y de la riqueza obedece a diversos factores, como el estancamiento de los salarios y la menor participación en los ingresos laborales, la disminución gradual del estado de bienestar en las economías desarrolladas, la insuficiente protección social en los países en desarrollo, los cambios tributarios, la desregulación de los mercados financieros, los rápidos cambios tecnológicos y la automatización, entre otros.

LA IMPORTANCIA DE LA LOCALIZACIÓN GEOGRÁFICA

Si bien la desigualdad ha aumentado en los últimos treinta años en muchos países, ha disminuido en otros. En América Latina y el Caribe sigue siendo alta, pese a que ha disminuido considerablemente. En muchas economías industriales avanzadas, la desigualdad aumentó ligeramente si bien ya se encontraba en valores bastante bajos. Varios países de Europa Oriental registraron un drástico aumento de la desigualdad durante su transición política. Las diferencias han disminuido en algunas partes de Oriente Medio, pero han aumentado en determinados grupos.

En África y Asia, las tendencias han sido más variadas: se observan más similitudes entre las economías emergentes o los países en desarrollo sin litoral, y entre las zonas rurales o urbanas, que dentro de las regiones. En líneas generales, más de dos tercios de la población mundial está a merced de una mayor desigualdad de los ingresos y de la riqueza, lo que está socavando considerablemente las perspectivas de desarrollo sostenible.

LA IMPORTANCIA DE LAS CARACTERÍSTICAS DEMOGRÁFICAS

También hay desigualdades dentro de las comunidades y dentro de las familias. Hasta el 30 % de la desigualdad de los ingresos tiene su origen en la desigualdad existente en los hogares. Si bien las desigualdades de género han ido disminuyendo —por ejemplo, se ha reducido la disparidad salarial por razón de género en los últimos veinte años—, las mujeres aún padecen disparidades económicas, jurídicas, políticas y sociales importantes.

Paralelamente, los niños siguen representando una proporción significativa (alrededor de la mitad) de los pobres del mundo, aun cuando los esfuerzos dirigidos a reducir la mortalidad infantil y mejorar la educación han redundado en mejores resultados en la mayor parte del mundo. Además, algunos grupos, como los pueblos indígenas, los migrantes y refugiados y las minorías étnicas y de otro tipo, siguen siendo víctimas de discriminación y marginación.

EFECTOS NO ECONÓMICOS DE LAS DESIGUALDADES

Los efectos de las desigualdades no se limitan al poder adquisitivo. Las desigualdades repercuten en la esperanza de vida y el acceso a servicios básicos, como la atención sanitaria, la educación, el agua y el saneamiento, y pueden coartar los derechos humanos, por ejemplo, debido a la discriminación, el abuso y la falta de acceso a la justicia. Cuando las desigualdades son considerables, desalientan la formación profesional, obstruyen la movilidad económica y social y el desarrollo humano y, en consecuencia, inhiben el crecimiento económico. Asimismo, afianzan la incertidumbre, la vulnerabilidad y la inseguridad, socavan la confianza en las instituciones y el Gobierno, aumentan la discordia y las tensiones sociales, y desencadenan actos violentos y conflictos. Cada vez hay más pruebas de que son las desigualdades de los ingresos y la riqueza las que impulsan el auge del nativismo y de las formas extremas de nacionalismo. Las desigualdades también socavan la capacidad de las personas y las comunidades para adaptarse al cambio climático y mitigarlo. Las últimas reacciones populistas al impuesto sobre el carbono demuestran que será cada vez más difícil emprender iniciativas audaces en relación con el clima si no se resuelven las causas profundas de las desigualdades..

Si bien la tecnología puede ser un gran elemento igualador —por ejemplo, al mejorar la conectividad, la inclusión financiera y el acceso al comercio y a los servicios públicos—, las personas que aún no están conectadas pueden quedar aún más marginadas, sobre todo si se tiene en cuenta que el progreso se está ralentizando, e incluso invirtiendo, en algunos grupos.

NO BASTA CON CRECER

Cada vez son más los que coinciden en que haber adoptado un planteamiento limitado frente al crecimiento económico —en el que se dejaron de lado las consecuencias en términos de distribución— ha dado lugar a una gran desigualdad de los ingresos y la riqueza en muchas regiones del mundo. Los datos presentados en el índice de pobreza multidimensional de 2019 revelaron una escasa relación entre la pobreza y el grado de desigualdad económica, y que dos tercios de los pobres del mundo viven en países de ingreso mediano. Según Oxfam, si se mantiene el grado actual de desigualdad, la economía mundial tendría que crecer 175 veces para que todos ganaran más de 5 dólares al día. Es evidente la necesidad de lograr un crecimiento inclusivo, equitativo y sostenible, que garantice el equilibrio entre las dimensiones económica, social y ambiental del desarrollo sostenible.

Por ejemplo, desde finales de la década de 1970, la desigualdad de los ingresos ha vuelto a los altos valores que tenía hace un siglo en las economías avanzadas de habla inglesa, aunque no aumentó tanto en los países de Europa continental.

CÓMO COMBATIR LAS DESIGUALDADES

En 2015, los dirigentes mundiales aprobaron la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible , que consta de 17 objetivos dirigidos a construir sociedades más pacíficas, justas y sostenibles. Reconociendo que las desigualdades atentan contra el desarrollo socioeconómico a largo plazo y pueden generar violencia, enfermedades y degradación ambiental, uno de los objetivos —el Objetivo 10 tiene por objeto reducir las desigualdades y las disparidades de oportunidades, ingresos y poder.

Entre sus metas nacionales e internacionales se cuentan eliminar las leyes y políticas discriminatorias, mejorar la reglamentación de los mercados financieros mundiales, facilitar la migración regular segura y ordenada y promover la inclusión en la toma de decisiones. Entre 2010 y 2016, los ingresos del 40 % más pobre de la población crecieron con más rapidez que los de la población total en 60 de los 94 países sobre los que se dispone de datos, lo que demuestra que las desigualdades no son ni inevitables ni irreversibles.

Las desigualdades toman muchas formas y difieren mucho de un país a otro. Si bien el Objetivo 10 y sus metas constituyen un marco, la lucha contra las desigualdades debe basarse en el contexto de cada país, sus necesidades económicas más apremiantes y su realidad política. No es posible adoptar un enfoque único que encaje en todos los casos. Para combatir el flagelo de la desigualdad en todas sus formas y manifestaciones, seguirá siendo esencial generar mayor conciencia y ampliar el apoyo en materia de políticas, fijar objetivos y replantear las prioridades del gasto público a fin de reducir la desigualdad del acceso y las oportunidades, reorientar los marcos fiscales y tributarios para reducir las desigualdades intra e intergeneracionales de los ingresos y la riqueza, y gestionar el rápido avance de los cambios tecnológicos.

Una nueva era de conflictos y violencia

Una nueva era de conflictos y violencia

La naturaleza de los conflictos y la violencia ha cambiado mucho desde que se fundaron las Naciones Unidas hace 75 años. Los conflictos son menos mortíferos, y con mayor frecuencia se libran entre grupos nacionales en lugar de entre Estados. Los homicidios son cada vez más frecuentes en algunas partes del mundo, y también está aumentando el número de ataques por razón de género.

Por otra parte, se han producido avances tecnológicos como la utilización de los bots, los drones y las retransmisiones en directo como armas, los ciberataques, los programas secuestradores y el hackeo de datos. Al mismo tiempo, la cooperación internacional se ve sometida a presión y esto merma el potencial mundial de prevención y solución de los conflictos y la violencia en todas sus formas.

CONFLICTOS ARRAIGADOS

A nivel mundial, el número absoluto de muertes en las guerras ha venido disminuyendo desde 1946. Sin embargo, los conflictos y la violencia van en aumento, y la mayoría de los conflictos actuales se libran entre agentes no estatales, como milicias políticas, grupos terroristas internacionales y grupos delictivos. Las tensiones regionales sin resolver, el desmoronamiento del estado de derecho, la ausencia de instituciones estatales o su usurpación, los beneficios económicos ilícitos y la escasez de recursos agravada por el cambio climático se han convertido en importantes causas de conflicto.

En 2016, la cantidad de países que se vieron afectados por conflictos violentos alcanzó el nivel más alto registrado en casi 30 años. Al mismo tiempo, los conflictos son cada vez más fragmentados: por ejemplo, el número de grupos armados que participan en la guerra civil siria ha aumentado de solo ocho a varios miles desde el estallido del conflicto. Además, hoy los conflictos son menos sensibles a las formas tradicionales de resolución, con lo que son más largos y mortíferos. Esto se debe en gran medida a la regionalización de los conflictos, que vincula las cuestiones políticas, socioeconómicas y militares a través de las fronteras, facilitando así que se refuercen mutuamente. La guerra en el Yemen es un doloroso ejemplo de ello.

DELINCUENCIA ORGANIZADA, VIOLENCIA URBANA Y DOMÉSTICA

Hoy, la delincuencia causa más muertes que los conflictos armados. En 2017, hubo casi medio millón de víctimas de homicidio, cifra que supera con creces las 89.000 víctimas causadas por conflictos armados activos y las 19.000 que murieron en ataques terroristas. Si las tasas de homicidio siguen aumentando al ritmo actual, que es de un 4 %, no se alcanzará la meta 16.1 de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (reducir significativamente todas las formas de violencia y las correspondientes tasas de mortalidad en todo el mundo) para 2030.

El crimen organizado y la violencia de las bandas varían mucho de una región a otra. Los países del continente americano registran las más altas tasas de homicidio por un amplio margen: una tasa del 37 % del total mundial en una región en la que habita solo el 13 % de la población mundial. La inestabilidad política genera delincuencia organizada, lo que se manifiesta, entre otras cosas, en ataques contra policías, mujeres, periodistas y migrantes. Al mismo tiempo, la violencia política ya no afecta solo a los Estados de ingresos bajos. En los últimos 15 años, más de la mitad de la población mundial ha vivido directamente situaciones de violencia política significativa o ha estado muy cerca de ellas.

En el caso de las mujeres y las niñas, el hogar sigue siendo el lugar más peligroso. Alrededor del 58 % de las mujeres víctimas de homicidio en 2017 fueron asesinadas por su pareja o por miembros de su familia, lo que supone un aumento respecto del 47 % registrado en 2012. La mayoría de las víctimas de asesinatos son mujeres; esto es consecuencia de las creencias misóginas, la desigualdad y la dependencia que persisten en todo el mundo, especialmente en los países de bajos ingresos.

EXTREMISMO VIOLENTO

Si bien el terrorismo sigue siendo un problema generalizado, sus efectos han ido disminuyendo en los últimos años. A nivel mundial, en 2018, el número de muertes atribuidas al terrorismo disminuyó por tercer año consecutivo, a menos de 19.000. Los atentados han pasado a ser menos letales a medida que los Gobiernos intensifican sus esfuerzos por luchar contra el terrorismo, mejorar la coordinación regional e internacional y crear programas para prevenir y combatir el extremismo violento. En 2017, una quinta parte de los atentados terroristas resultaron fallidos, en comparación con poco más del 12 % en 2014.

Los conflictos siguen siendo el principal motor del terrorismo, y más del 99 % de todas las muertes relacionadas con el terrorismo se producen en países que participan en un conflicto violento o con altos niveles de terror político. La mayoría de los atentados mortales tienen lugar en Oriente Medio, África del Norte y África Subsahariana; en particular, el Afganistán, el Iraq, Nigeria, Somalia y Siria son los países con las cifras más altas.

En países con altos niveles de desarrollo económico, la enajenación social, la falta de oportunidades económicas y la participación del Estado en un conflicto externo son los principales impulsores de la actividad terrorista. En Europa Occidental, las muertes relacionadas con el terrorismo han disminuido drásticamente en los últimos años, pero el número de incidentes ha aumentado. En los últimos dos decenios se ha producido un aumento considerable del número de atentados llevados a cabo por perpetradores de extrema derecha, nacionalistas blancos o antimusulmanes, tanto en Europa Occidental como en América del Norte. El número de incidentes en ambas regiones aumentó de tres en 2002 a 59 en 2017, y los medios sociales desempeñaron un papel crucial en la difusión de discursos xenófobos y la incitación a la violencia.

NUEVAS TECNOLOGÍAS

Los avances tecnológicos están cambiando la forma en que se desarrollan los conflictos. Los avances en inteligencia artificial (IA) y el aprendizaje automático desempeñarán un papel importante en esta transformación al cambiar la naturaleza de las amenazas tanto por parte de actores estatales como no estatales. El uso de la IA está intensificando los ataques cibernéticos, físicos y biológicos, haciéndolos más selectivos y, al mismo tiempo, más anónimos. La IA también facilita los ataques disminuyendo o incluso eliminando la necesidad de intervención física humana, especialización, viajes o maquinaria costosa, y los pone al alcance de todos, incluso de los llamados “lobos solitarios” o de grupos pequeños.

Los avances en la IA y la impresión 3D pueden facilitar los ataques biológicos, al automatizar el desarrollo y la producción de las armas y de los sistemas usados para construirlas. Los ataques biológicos tienen el objetivo de herir o matar a las personas y el ganado y dañar los cultivos mediante sustancias tóxicas o enfermedades generalizadas. Los programas y datos biológicos existentes también corren el riesgo de sufrir ciberataques.

La IA también ha hecho posible la fabricación de armas autónomas letales a pesar de la amplia oposición mundial a su desarrollo. Estas armas detectan y atacan a un objetivo específico sin necesidad de que una persona las dirija. Esto hace que la responsabilidad sobre la vida y la muerte ya no dependa de los sistemas morales humanos y pase a depender de sistemas de datos complejos que carecen de compasión o de orientaciones éticas. ¿A quién hay que culpar cuando un arma autónoma mata a un ser humano? El Secretario General de las Naciones Unidas ha pedido que el derecho internacional prohíba las armas totalmente autónomas, como lo han hecho muchas naciones.

Además, los agentes malintencionados pueden utilizar el aprendizaje profundo facilitado por la IA para crear deepfakes o “vídeos ultrafalsos” a fin de diseñar imágenes aparentemente reales de personas y hacerlas enunciar palabras que jamás pronunciaron. Los deepfakes pueden alimentar la desinformación, las divisiones y la inestabilidad política.

La amenaza más frecuente en la actualidad quizás sea la que plantean los ciberataques. Según los Servicios de Inteligencia y Respuesta a Incidentes X-Force de IBM, el número de ciberataques se duplicó en el primer semestre de 2019 respecto del segundo semestre de 2018. La mayoría de ellos se dirigieron a fabricantes, empresas de petróleo y gas, e instituciones educativas. Los propietarios de infraestructuras esenciales están especialmente en peligro, ya que los agentes malintencionados tienen como blanco las torres de control de los aeropuertos, las centrales nucleares, los hospitales y las presas. El año pasado se detectaron más de un centenar de incidentes cibernéticos que hubieran podido socavar la paz y la seguridad internacionales. Ese tipo de ataques hubieran causado graves daños y muchas víctimas.

Otras tecnologías digitales nuevas y emergentes también permiten que los agentes no estatales intervengan en igualdad de condiciones. Hoy en día, los grupos extremistas tienen un acceso sin precedentes al público en general a través de Internet, lo que les permite llevar a cabo sus actividades de reclutamiento, incitación y propaganda con mayor eficiencia y eficacia, además de comprar armas y hacer transferencias de dinero no reguladas. Los avances en la esfera de la IA también ofrecen nuevos instrumentos y estrategias preventivas para que la policía y los organismos de contrainteligencia puedan prevenir mejor los ataques e identificar a los autores. No obstante, la policía predictiva tiene sus propias desventajas, como los prejuicios raciales y religiosos arraigados, que pueden generar la radicalización hacia el extremismo violento.

LA AMENAZA NUCLEAR

Actualmente estamos siendo testigos del desmantelamiento de la estructura internacional de control de armamentos y de un retroceso gradual en los acuerdos de control de armamentos establecidos, que durante decenios han hecho posible la estabilidad, la moderación y la transparencia en todo el mundo. El hecho de que sigan existiendo armas nucleares en particular plantea una amenaza cada vez mayor para la supervivencia de la humanidad. Si bien el número de armas nucleares ha disminuido de más de 60.000 durante la Guerra Fría a alrededor de 14.000 en la actualidad, ahora hay más países que tienen acceso a las armas nucleares y, al mismo tiempo, las relaciones entre los Estados poseedores de armas nucleares se están deteriorando, y están creciendo las divisiones en cuanto al ritmo y la escala del desarme.

Cuando se puso fin el Tratado sobre las Fuerzas Nucleares de Alcance Intermedio en agosto de 2019, el Secretario General de las Naciones Unidas deploró la pérdida de “un freno inestimable a la guerra nuclear”. El nuevo Tratado sobre la Reducción de las Armas Estratégicas (Nuevo Tratado START) se enfrenta a una desaparición similar. La eliminación total de las armas nucleares todavía puede lograrse, pero requerirá un compromiso renovado de confianza y cooperación entre los países más poderosos del mundo. El Secretario General ha pedido a los Estados que renueven su interés por los acuerdos de control de armamentos pendientes y en curso.

DE CARA AL FUTURO

Las Naciones Unidas se crearon en 1945 como un instrumento de gestión de las relaciones entre los Estados a medida que el mundo se recuperaba de los horrores de dos guerras mundiales. Si bien el mundo actual es mucho más seguro, la naturaleza de las amenazas ha evolucionado considerablemente. Hay amenazas nuevas, más complejas y sofisticadas que exigen respuestas imaginativas y audaces y una mayor colaboración entre los Estados Miembros y entre el sector privado y la sociedad civil. Al mismo tiempo, se deben traspasar las fronteras institucionales para que los asociados políticos, de derechos humanos y de desarrollo puedan trabajar de manera concertada.

Influencia de las tecnologías digitales

Influencia de las tecnologías digitales

Las tecnologías pueden ayudar a que nuestro mundo sea más justo, más pacífico y más equitativo. Los avances digitales pueden apoyar y acelerar el logro de cada uno de los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible, desde el fin de la pobreza extrema hasta la reducción de la mortalidad materna e infantil, la promoción de la agricultura sostenible y el trabajo decente, y el logro de la alfabetización universal. Sin embargo, las tecnologías también pueden amenazar la privacidad, comprometer la seguridad y alimentar la desigualdad. Tienen implicaciones para los derechos humanos y la actividad humana. Al igual que generaciones anteriores, nosotros, gobiernos, empresas e individuos, tenemos que decidir cómo aprovechar y gestionar las nuevas tecnologías.

¿Un futuro digital para todos?

Es la primera vez en la historia que una innovación avanza tan rápidamente como lo han hecho las tecnologías digitales: en apenas veinte años han llegado a cerca del 50% de la población del mundo en desarrollo, y han transformado las sociedades. Al mejorar la conectividad, la inclusión financiera, el acceso al comercio y a los servicios públicos, la tecnología puede ser un gran elemento igualador.

En el sector de la salud, por ejemplo, las tecnologías de vanguardia que utilizan inteligencia artificial ayudan a salvar vidas, diagnosticar enfermedades y prolongar la esperanza de vida. En el ámbito de la educación, los entornos virtuales de aprendizaje y la formación a distancia han llevado los programas educativos a estudiantes que, de otro modo, quedarían excluidos. Los servicios públicos también son cada vez más accesibles y responsables gracias a sistemas que utilizan las cadenas de bloques y la burocracia es menos gravosa gracias a la ayuda de la inteligencia artificial. Los macrodatos también pueden contribuir a que las políticas y los programas sean más pertinentes y precisos.

Sin embargo, quienes aún no están conectados siguen aislados de los beneficios de esta nueva era y quedan aún más rezagados. Muchas de las personas que se quedan atrás son mujeres, ancianos, personas con discapacidad o miembros de minorías étnicas o lingüísticas, grupos indígenas y residentes de zonas pobres o remotas. El ritmo de la conectividad se está ralentizando, e incluso invirtiendo, en algunos grupos. Por ejemplo, a nivel mundial, la proporción de mujeres que utilizan Internet es un 12 % inferior a la de los hombres. Si bien esta diferencia se redujo en la mayoría de las regiones entre 2013 y 2017, en los países menos adelantados aumentó del 30 % al 33 %.

El uso de algoritmos puede reproducir e incluso amplificar los sesgos humanos y sistémicos cuando funcionan a partir de datos que no son suficientemente diversos. La falta de diversidad en el sector tecnológico puede significar que no se da una respuesta adecuada a este desafío.

EL FUTURO DEL TRABAJO

A lo largo de la historia, las revoluciones tecnológicas han cambiado la fuerza de trabajo: han creado nuevas formas y modelos de trabajo, han dejado obsoletas otras y han conducido a cambios sociales más amplios. Es probable que esta ola de cambios tenga profundas repercusiones. Por ejemplo, la Organización Internacional del Trabajo estima que el paso a una economía más ecológica podría crear 24 millones de nuevos puestos de trabajo en todo el mundo para 2030 mediante la adopción de prácticas sostenibles en el sector de la energía, el uso de vehículos eléctricos y el aumento de la eficiencia energética en los edificios actuales y futuros.

Mientras tanto, los informes de grupos como McKinsey sugieren que 800 millones de personas podrían perder sus empleos debido a la automatización de aquí a 2030, mientras que las encuestas revelan que la mayoría de los empleados temen no tener la formación o las habilidades necesarias para conseguir un trabajo bien remunerado.

Hay un amplio acuerdo en cuanto a que la gestión de estas tendencias exigirá que cambiemos nuestro enfoque respecto de la educación, por ejemplo, poniendo más énfasis en la ciencia, la tecnología, la ingeniería y las matemáticas; enseñando aptitudes interpersonales y resiliencia; y asegurando que la gente pueda volver a capacitarse y adquirir nuevas habilidades a lo largo de su vida. El trabajo no remunerado, por ejemplo, el cuidado de los niños y de los ancianos en el hogar, necesitará más apoyo, sobre todo teniendo en cuenta que, con los cambios en el perfil de edad de las poblaciones mundiales, es probable que aumente la demanda de estas tareas.

EL FUTURO DE LOS DATOS

Hoy en día, las tecnologías digitales, como el agrupamiento de datos y la inteligencia artificial, se utilizan para rastrear y diagnosticar problemas en la agricultura, la salud y el medio ambiente, o para realizar tareas cotidianas como el desplazamiento en automóvil o el pago de una factura. Pueden usarse para defender y ejercer los derechos humanos, pero también para infringirlos, por ejemplo, controlando nuestros movimientos, compras, conversaciones y comportamientos. Los gobiernos y las empresas disponen de más herramientas para extraer y explotar datos con fines financieros y de otro tipo.

Sin embargo, los datos personales podrían ser un recurso útil si su propiedad estuviera mejor regulada. La tecnología basada en datos tiene el potencial de empoderar a los individuos, mejorar el bienestar humano y promover los derechos universales, según el tipo de protección que se establezca.

EL FUTURO DE LOS MEDIOS SOCIALES

Casi la mitad de la población mundial está conectada en los medios sociales. Gracias a ellos, las personas pueden hacer oír su voz y hablar con alguien al otro lado del mundo en tiempo real. Sin embargo, también puede reforzar los prejuicios y sembrar discordia, al dar una plataforma a la incitación al odio y a la desinformación, o al amplificar las cajas de resonancia.

De esta manera, los algoritmos de los medios sociales pueden alimentar la fragmentación de las sociedades en todo el mundo. Y sin embargo, también pueden tener el efecto contrario.

EL FUTURO DEL CIBERESPACIO

La forma de gestionar estos acontecimientos es objeto de un amplio debate, nacional e internacional, en un momento en que aumentan las tensiones geopolíticas. El Secretario General de las Naciones Unidas ha advertido de una “gran fractura” entre las potencias mundiales, cada una con su propia estrategia de Internet y de inteligencia artificial, cada una con su moneda dominante, su comercio y su reglamentación financiera propios y sus estrategias geopolíticas y militares contradictorias. Una división así podría crear un Muro de Berlín digital. Cada vez más, la cooperación digital entre los Estados, y un ciberespacio universal que refleje las normas mundiales para la paz y la seguridad, los derechos humanos y el desarrollo sostenible, se considera crucial para garantizar un mundo unido. Un “compromiso global para la cooperación digital” es una recomendación clave del Panel de Alto Nivel sobre la Cooperación Digital del Secretario General.

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